La Pintana es uno de varios municipios periféricos que durante la dictadura militar (1973-1990) recibieron a familias pobres desplazadas desde otros lugares más ricos de Santiago. Se encuentra al sur de Santiago y exhibe algunos de los peores índices socioeconómicos de Chile. Escasean los centros médicos, casi no hay empresas ni grandes fuentes de trabajo y los vecinos pierden horas en el transporte público. Y las noticias que vienen de ahí casi siempre tienen que ver con narcotráfico, delincuencia y violencia.

Sin embargo, la municipalidad fue pionera en implementar un sistema de separación y reutilización de residuos para miles de vecinos, un proceso que sigue siendo de vanguardia en un país con bajísimas tasas de reciclaje.

Cada semana 140 toneladas de desechos vegetales desde hogares, ferias callejeras y áreas verdes que son podadas, aunque la mayor parte es de las viviendas. Estos residuos son depositados en la planta de compostaje y lombricultura, montones de tierra oscura y con olor a humedad en los que se asoman, largas y rosadas, las lombrices que hacen gran parte del trabajo.

De aquí salen abonos para el vivero municipal que funciona en el mismo espacio, donde crecen árboles para las áreas verdes del municipio. En ese vivero también se investiga qué especies se adaptan mejor al cambio climático y a la escasez de agua.

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